La ansiedad corresponde a un estado emocional de componentes negativos con manifestaciones externas físicas por ejemplo: sudoración de manos, nerviosismo, dificultad para dormir, mareos, sequedad bucal, sensación de ahogo y tensión muscular. Es una respuesta triple: motora, cognitiva y fisiológica. Su manifestación no es del todo negativo, es útil ante situaciones de amenaza o peligro avivando nuestros sentidos, sin embargo se convierte en un estado dañino cuando los niveles son superiores al peligro real.
¿Qué dice la evidencia científica frente al ejercicio físico y la ansiedad?
Existen múltiples estudios que han evaluado e investigado cómo la realización de actividad física incide de manera positiva en los estados de ansiedad.
Un estudio realizado en pacientes de ambos sexos (65% mujeres) se sometieron a un programa de entrenamiento físico durante 18 semanas, planificado por un entrenador se observó que aquellos que siguieron parcialmente y los que cumplieron en su totalidad el programa de entrenamiento físico, se observó una disminución significativa de los niveles de depresión, ansiedad y burnout.
Otro estudio llevó acabo pruebas aleatorias, donde compararon la práctica de ejercicio físico con el tratamiento estándar, con la ausencia de tratamiento e incluso con tratamiento placebo en la depresión y estrés. Todos los participantes eran adultos de más de 18 años, excluyendo a aquellas con depresión posparto. Los resultados mostraron que el ejercicio mejoró los síntomas de depresión cuando se comparó con el no tratamiento o intervención.
Los beneficios de ejercicio físico no son sólo psicológicos, sino que la práctica deportiva, al incidir en el sistema nervioso autónomo (SNA), nos prepara mejor ante los estímulos del medio que puedan causar ansiedad. Investigadores elaboraron un estudio en el que comprobaron que el ejercicio aeróbico realizado de manera regular hacía disminuir tanto la presión sanguínea como la frecuencia cardíaca en situaciones de estrés.
Los efectos beneficiosos del ejercicio no son producto del ejercicio en sí mismo, sino que vienen motivados por el seguimiento de hábitos más saludables por parte de las personas que lo practican ( por ejemplo no beber bebidas alcohólicas, no fumar,llevar una alimentación saludable favoreciendo un buen estado nutricional).
Las personas que realizan regularmente ejercicio físico se sienten más saludables, menos estresadas y presentan mejor estado de ánimo que aquellas otras que no realizan ningún tipo de ejercicio físico. Este estado de ánimo se refleja en los perfiles emocionales estudiados como: niveles más bajos de tristeza y fatiga, y mayor vigor.
Mutrie y Faulkner (2004) mencionan que la actividad física aparte de conllevar beneficios a nivel individual, resulta de gran valor desde el punto de vista social, ya que una comunidad en la que la actividad física sea vista como una norma social puede ser más sana y llegar a disponer de un mayor capital humano.
Por lo tanto, el ejercicio físico no solo debe considerarse para tratamientos de algunos trastornos psicológicos como depresión o ansiedad, o como ayuda de diferentes condiciones médicas como patalogías cardiovasculares, Diabetes, Dislipidemia sino que debe considerarse un elemento fundamental en la promoción de emociones positivas en la población en general.