La etiología de la obesidad es multifactorial, asociado primeramente al sedentarismo, alimentación rica en grasas y azúcares simples, genética relacionado a etnia de origen entre otros.
Sin embargo el sueño o el dormir bien en un regulador relevante entre procesos endocrinos (hormonales) y metabólicos y por ende en el balance energético.
El sistema circadiano es fundamental pero poco considerado dentro del balance energético ya que es éste quien dicta los tiempos a sistemas cerebrales para la regulación de las funciones metabólicas considerando que las necesidades energéticas cambian entre el día y la noche.
¿Cómo funciona el sistema circadiano?
El sistema circadiano dicta los tiempos para las funciones del cuerpo y define ciclos de sueño / vigilia. Durante la vigilia predomina la actividad física, el desgaste energético y también el consumo de alimentos y agua, razón por la cual nuestros órganos deben prepararse para el consumo energético, la digestión y utilización de nutrientes. Durante el sueño, por el contrario, se ahorra y se almacena energía, se reducen los procesos digestivos y se llevan a cabo procesos de reparación celular, de descanso y de organización de memorias Durante el día señales de ambos sistemas activan tejidos y órganos para la producción de glucosa y de enzimas gástricas, para aumentar la secreción de insulina, favoreciendo la utilización de energía para la actividad física y mental y generar todos los cambios necesarios en la respiración y flujo sanguíneo que permitan el buen desempeño de estas actividades.
Durante la noche se secreta la melatonina, hormona conocida por sus efectos inductores del sueño y por su actividad de reparación celular, particularmente por sus efectos antioxidantes. También aumenta la producción de hormona de crecimiento que contribuye a la síntesis de proteínas para reparación celular. Esto último también muy importante considerar en personas físicamente activas y/o deportistas que buscan mejorar su rendimiento deportivo o composición corporal.
Nuestro estilo de vida fomenta las actividades nocturnas además de factores como luz eléctrica, televisión (series en Netflix) y computador (videojuegos especialmente) nos ofrecen la oportunidad de entretenimiento durante la noche, lo que ha desplazado el placer del sueño.
Sin embargo lo que no cambia en nuestra rutina diaria son los horarios del colegio, universidad o trabajo lo que requiere despertarse temprano.
Tanto en los trabajadores nocturnos como en personas que prefieren desvelarse se ha observado que la cantidad de comida ingerida durante la noche aumenta significativamente, representando aproximadamente el 65% del total del día, mientras que en personas principalmente diurnas el 75% de los alimentos se consumen de día.
Se ha observado además que adultos que duermen menos de 5 horas por noche muestran mayor tendencia al sobrepeso y obesidad que aquellos que duermen en promedio 7 horas, de tal manera que las horas dedicadas al dormir pudieran ser factor predictivo de enfermedades metabólicas y aumento de peso.
Por lo tanto se ha propuesto que la relación entre sueño y obesidad podría relacionarse con un desbalance entre patrones neuroendocrinos reguladores del apetito y el balance energético.
Investigaciones experimentales recientes han mostrado que la restricción parcial de sueño
aumenta la concentración plasmática de insulina e IGF-1 (factor de crecimiento insulínico), y disminuye la sensibilidad insulínica, luego de tan sólo una noche de restricción de sueño en adultos sanos.
Fuente: La reducción del sueño como factor de riesgo para la obesidad. Revista Médica Chile, 2011.
Fuente: La mala calidad de sueño es un factor promotor de obesidad. Revista Mexicana de Trastornos Alimentarios. 2013.
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